17 junio 2007

Cuestión de experiencia

Han pasado unas semanas de su despedida, pero no quiero dejar de reseñar que siento de verdad la salida de Pedro Barthe de TVE. Yo me inicié en el baloncesto oyendo los comentarios del legendario Hector Quiroga (sí, niños y niñas, fue un señor que salía por la tele y hablaba de baloncesto), pero su muerte elevó a los altares de las retransmisiones a Don Pedro Barthe, de profesión antimadridista, poseedor de una mente propia y dueño de un profundo conocimiento del juego que tanto amamos.

Claro que con el paso del tiempo su fobia al Real Madrid se fue suavizando (desde aquellos "¡Ganamos de 10!" que se le escapaban cuando el que iba arriba en el marcador era la Penya o el Barcelona) y en las últimas temporadas había encontrado una especie de paz espiritual que hacía que oirle comentar partidos fuera una delicia, ya que a su sabiduría se había unido una especie de fina ironía que sólo el paso de los años y el estar de vuelta de casi todo te puede proporcionar. A ello se unió que había encontrado en Joan Creus y Fernando Romay los compañeros perfectos de retransmisión. Se notaba que los tres disfrutaban viendo cualquier partido y charlando. Y yo también disfruté mucho, ya digo, de esta última etapa de Pedro como comentarista... todo lo que no había disfrutado con los comentarios del inefable Ignacio Calvo, el único locutor que con el paso de los años cada vez parecía que sabía menos del deporte que comentaba.

Por todo ello, y por muchas otras cosas que podéis leer aquí, te doy las gracias Pedro y deseo que tu nueva vida lejos de la televisión (pero no lejos de las canchas) sea tan larga y fructífera como hasta ahora. Muchas gracias y que seas feliz.

16 junio 2007

Cuestión de salud

La voz de alarma la ha dado la Asociación Española de Pediatría (AEPed) desde el congreso celebrado la semana pasada en Barcelona: el pediatra es una especie en extinción. El modelo de asistencia al que tiende la sanidad pública española es hacer desaparecer al pediatra de atención primaria, a ése que nos encontramos en nuestro centro de salud del barrio, para pasar al pediatra especialista, aquel al que tu médico de cabecera acudiría si lo cree necesario. Ese es el modelo europeo, dicen.

Bueno, pues si ese es el modelo europeo, es una mierda, digo yo. No creo que haya un solo padre en España al que le guste ese modelo. El pediatra de tu hijo es como el angel de la guarda al que acudes cuando los miedos te ahogan, cuando el niño no come o le ha salido un salpullido sospechoso o una tos perruna. No sólo es un médico, sino alguien con quién compartir las inquietudes de la paternidad o maternidad. No queremos un médico de familia, queremos un profesional especializado que desde el principio sepa por dónde van los tiros, porque la experiencia nos ha demostrado que cuanto menos tiempo andes de médico en médico, mejor.


El problema es que, aparte de nuestros deseos, el modelo asistencial está condenado a muerte por inanición, esto es, por falta de pediatras nuevos. Según datos de la AEPed, en 20 años se jubilarán el 80% de los actuales pediatras de atención primaria; actualmente ya hay un déficit del 10.6%. Las causas de este déficit es el aumento de la población infantil en España (en torno al 20%), debida a la inmigración, pero también y sobre todo de la falta de previsión de los gobiernos, que no aumentaron las plazas de formación (MIR) de la especialidad en su momento, cuando era previsible que la generación del baby-boom (o sea, de los que, como el que escribe esto, tienen treintaitantos... ) empezase a formar familias y a tener hijos.

La sanidad es uno de los temas que deberías estar siempre por encima de intereses partidistas. En este caso, creo que los gobiernos central y autonómicos deberían pensar seriamente hacia qué tipo de modelo quieren encaminar la sanidad infantil y tomar medidas urgentes al respecto. Si nuestro modelo, el del pediatra de toda la vida, funcionaba, ¡mantengámoslo! Hay que hacer todo lo posible, con esfuerzo y dinero, por lograr que nuestros hijos tengan la mejor atención primaria posible. Al fin y al cabo, ¿quién hay más importante que el que vigila por la salud de los niños?

09 junio 2007

Cuestión de altura

Lo primero que el viajero siente cuando llega a Quito es ahogo. Más allá del espectaculo de una ciudad encajada en un valle, lo que divisas desde la ventanilla del avión que parece va a aterrizar en el comedor de alguna casa, en cuanto pones el pie en tierra tu cuerpo nota la falta de oxígeno. Es normal, ya que Quito se encuentra rozando los 3000 metros de altitud. El aire es menos denso y eso se nota en cuanto quieres subir una escalera, no digamos al hacer ejercicio físico.

Por eso, porque he sufrido en mis carnes los efectos de la altitud, entiendo perfectamente el empeño de la FIFA en prohibir los partidos de futbol internacionales que se celebren en campos que estén por encima de los 2500 metros de altitud. Vamos, que si fuera por mí obligaría a todo el mundo a jugar a nivel del mar. Puede parecer una cacicada de Blatter y sus colegas, pero en realidad es de cajón que cualquier equipo visitante que juega a esa altitud está en desventaja con respecto a el equipo local, acostumbrado a triscar como las llamas por los Andes. Así, los equipos sudamericanos llevan años quejándose cuando les toca jugar en Cuzco, Quito o La Paz, ya que los equipos nacionales de esos paises intentan suplir con la altura la diferencia futbolística que les separa de sus rivales como Argentina o Brasil.

No se trata de impedir que Perú, Ecuador o Bolivia participen en competiciones internacionales, sino de igualar las condiciones de juego. No hay tiempo suficiente para que los jugadores de los equipos rivales se acostumbren a la altitud de esas ciudades, así que los locales siempre contarán con ventaja, lo que falsea de alguna manera el resultado del juego. Ésta es la única realidad objetiva; si Evo y sus colegas no quieren entenderlo, peor para ellos.